miércoles, 5 de septiembre de 2007

Historia

Después de haber salido del restaurante donde se encontraba Belcebú, donde maté a ese tipo, sentí mi mano pesada y lo peor es que se nubló mi vista, haciendo que ahorillara mi carro en una bahía de estacionamiento. Esto sucedió cuando llego a mí el recuerdo Eliot, el perro de Manuelito, sentí que algo malo pasaba, pero no justamente a ellos, algo me pasa a mí…

En la mañana me había despertado pensando en aquel alegato que tuve con Erika antes de que me dejara solo y huyera de casa, me acorde de sus palabras: “…deshonesta, si como usted… habló el menos indicado para juzgarme por mis actos inmorales.”, por primera vez me sentí sucio, o no sabía si era sucio o simplemente mal, según lo que yo creo era mal, pero como mi orgullo jamás me lo había dejado sentir, esta vez no iba a ser la excepción.

Llegué a mi casa que por cierto se encontraba un poco sucia y mal tenida debido a que ese toque femenino que Erika daba había desaparecido por completo, estaba solamente yo y mi hermoso auto, nada más.

Entré como de costumbre por la puerta de atrás a tomarme el tinto que desde por la mañana había dejado en la cafetera, tome una tasa con mi mano derecha y con la izquierda tome el celular, era Rogelio quien me llama a decirme:

Escóndase – dijo Rogelio

¿Por qué? – atónito por la impaciencia de Rogelio

Con voz temblorosa, se escuchaba angustiado – a Belcebú lo detuvieron en el restaurante para inculparlo por la muerte de un tipo y decidió decir quien era usted, dijo que lo conocía porque era un buen amigo pero no sabía las razones del porqué lo había hecho.

¿Usted está conmigo? – dije con la voz tan fuerte como los troncos de un roble

Sí – respondió Rogelio sin titubeos

¿Cómo supo esto? – dije de manera cortante

Sandra, usted sabe que así ella salga y sea la mujer de Belcebú usted va a seguir siendo el amor de su vida, y además me dijo que le agradeciera porque usted había matado ese tipo por ella – asintió Rogelio

Gracias – preocupado por el sonido de las sirenas que se avecinaban salí corriendo acordando antes de colgar una cita con Rogelio en el Bar.

Encendí mi carro antes de que los policías giraran la curva, como acostumbraba a hacer siempre se acercaba una autoridad, comencé a andar por la ruta que siempre utilizaba para evadirlos, debido a que como todos ya saben soy un convicto buscado internacionalmente, y pensé, no es una novedad que me quieran buscar, el grave problema es que Belcebú antes de ser mi patrón fue mi amigo, y me delató develando el lugar donde vivo, dejándome sin nada del recuerdo de Erika, Manuelito y Eliot, me apartó de la vida que con esfuerzo había logrado reconstruir.

Rogelio – con impaciencia lo saludé mientras encendía un cigarrillo y entrábamos de prisa al bar.

Comentamos lo sucedido y me decidí a matar a Belcebú para dejar atrás todo lo que me inculpara, acabar con el único testigo, e irme a Italia en búsqueda de Manuelito y Erika, de mi familia y mi vida.

Salimos del bar en mi carro y nos dirigimos a la casa de Belcebú.

Al llegar nos dijeron que él me estaba esperando en donde siempre y accedí a ingresar, antes de entrar a su oficina volvieron a mi los recuerdos de Erika y sus palabras “pero hasta su personalidad cambió, por favor dígame para poder comenzar de cero o irme a Italia con mi familia y acabar esto de una vez”. Y me decidí a acabar todo para comenzar de cero y disfrutar de todo el dinero ahorrado.

De manera abrupta entre en la oficina de Belcebú en la cual esta vez no se encontraba ningún escolta, nadie que lo defendiera como de costumbre.

¿Por qué? – le pregunté a Belcebú mientras sacaba mi revolver del cinturón - ¿Por qué?

No tenia más opción, Ulloa usted sabe que si lo hice fue por nuestro bien – dijo Belcebú de manera resignada mientras me señalaba que no había nadie cuidándolo haciéndome entender su arrepentimiento

Sí, pero usted sabe que esa era la casa de mis sueños, donde quería vivir para siempre con lo que mas quiero, con Manuelito y Erika – dije exaltado – y por su culpa y su avaricia los perdí, no están a mi lado.

Estaba dispuesto en ese instante a presionar el gatillo, cargué el revólver y mientras miraba fijamente Belcebú sentí el frío mas fuerte e incómodo que había podido sentir en toda mi vida, sentí el frío del metal de un arma en la sien y creí tener la mirada del tipo en el restaurante.

Rogelio – dije con fuerza e ímpetu – ¿En qué habíamos quedado? en el bar dijimos que usted iba a ser incondicional por la traición de Belcebú

Sí, pero recuerde que usted y él han sido lo único que yo tengo – dijo Rogelio de la manera mas sincera – además usted se va a rehacer su vida y yo no voy con usted porque esto es lo único que puedo y sé hacer.

Baje el arma – le dije

Rogelio acepto bajar el arma y dejar a mi disposición lo que yo quisiera hacer, dejó su vida, la de Belcebú y la mía en mis manos, porque sabía que si lo hacía no saldría vivo de aquí.

Sin saber qué hacer miré fijamente durante unos segundos a Belcebú y después giré mi cabeza y miré la angustia y el desespero que Rogelio poseía. Y eso fue tal vez lo que me puso a dudar, a Rogelio nunca en mi vida lo había visto angustiado, debido a su crueldad y frialdad combinada con su sordidez nunca pensé que él sintiera cuando se trataba de la vida de alguna persona.

Después de varios minutos sin saber qué hacer y con todos los recuerdos de mi familia me decidí a no matar a Belcebú y Salí corriendo sin rumbo.

1 comentario:

Estructuras Narrativas dijo...

Sebastián, no la siento nada plana, lo que necesito más es pistas de las decisiones que va a tomar el personaje después de esta encrucijada en la que está.